Niños felices. Amor incondicional.
Dos coletas bien tirantes , mofletes sonrosados,
diminuta silla encarnada de la clase de párvulos, mirada
curiosa e inocente. Pili, escucha con atención a la señorita
Rosario.
-Daría mi vida por mi hija.
Desconocemos la razón, el orden o el concierto, las extrañas circunstancias que provocan que ciertas palabras se graben para la eternidad en nuestra enigmática memoria. Imágenes vanas y superfluas , adornan la diapositiva en la que escuchamos repetirse la grabación una y otra vez. Vestido granate , peinado de peluquería, caderas prominentes, ordenados dientes de cole de pago, la seño.
Pili no entendía nada. Ella no se consideraba muy valiente. Trataba de
imaginarse eso de entregar su preciada vida. En su cabeza , el vacío. Nada, ni nadie eran merecedores de aquel descomunal
sacrificio.
Aquel acertijo se cosió a Pili,
igual que cosida va siempre nuestra sombra. Buscó
la respuesta, siempre buscando. En su
querida mamá, en su adorado padre, en su
inseparable prima, en la primera gran amiga,
en el chico mono de su barrio, en los poemas de su diario, en el amor
platónico de la carpeta, en el novio del primer beso, en su
primer gran amor, en su primer amante, en su
primer esposo, en su segundo… La respuesta no estaba allí.
¿Por qué daría yo la vida? ¿Qué significado entrañaba esa simple
cuestión? ¿Por qué aún no había podido completar esa casilla?
Se llamará Candela. Frívolamente
y sin darle demasiada importancia seleccioné el nombre de mi amada hija.
Imposible expresar con simples trazos, el significado de tener un hijo. Ni lo intento. Efectivamente la candela iluminó la respuesta
y Pili al fin descansó en su pequeña sillita roja.
Tiempo atrás leí en un artículo
sobre lo que se debía hacer para que un niño fuera feliz. Entre uno de los secretos para que un niño sea feliz, que indicaba el artículo estaba éste “ los peques
deben sentir el amor incondicional”.
La pregunta sin respuesta sólo se
puede contestar cuando logras sentir por
alguien estas dos sencillas y complejas
palabras. Noches en vela, gritos de
desesperación por su insistencia, mamá cien
veces al minuto, agotada física y mentalmente , no había
gastado tanta energía en nada a lo largo de toda mi vida. Cuando pienso en ella, brota una maravillosa sensación de mi pecho. Ella
no hace nada para conseguirlo. Es así, no puede ser de otra manera. No necesito que haga nada para merecerlo.
A través de ese sentimiento, he
podido reconciliarme con mi madre, cuando
aún insiste en que coma, cuando aún
insiste en que llegue temprano a casa, cuando aún me regaña, cuando aún se
enfada. Sé que ese sentimiento también le embarga por mí.
Hacérselo sentir a nuestros hijos
no es difícil. Es imposible dejar de
sentir eso por ellos. A ratos y durante los cincuenta momentos de crisis que vivimos en
el día a día, se nos olvida expresarlo. Sólo es un olvido. Prometo que hoy se me
olvidará menos…
Q verdad tan grande y q bien definida!
ResponderEliminarPero Pili!!! No sabía de esta faceta tuya... Es fantástica!!! Ahora bien... Debes continuar escribiendo. Es una obligación moral del que puede y sabe hacerlo. He descubierto una sensibilidad de escritora ahí... Así que, venga, dale....
ResponderEliminarUhmmmm que gustito, muuuuchas gracias querida Isa.
EliminarComo cuando ves un color y le sonríes, no sabes por qué, a los colores no se les sonríe...a tus palabras tampoco pero lo haces....
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