Repasemos
tu ficha:
Estado
civil, casado.
Dos
hijos.
48
años de edad.
Parado
de larga duración.
Conocimientos
en Nuevas tecnologías.
Nivel
básico de inglés.
No
dispone de titulación universitaria.
20
años de experiencia como técnico informático.
Cada mañana espero el eco del último
portazo. Sorbo el vacío que me rodea. Me incorporo. Tomo aliento
sólo para llegar a la cocina. Enfrento mi imagen un día más.
He establecido una rutina. Un horario que me salva de
la decadencia y la dejadez del no tener ocupación. He rescatado mis viejas
zapatillas y esa estrecha camiseta de correr. Sudo. Escupo la rabia y la
impotencia que me corroe. Como si en cada paso pudiera dejar atrás lo que
siento. No escucho mi dolorido cuerpo que se queja para que finalice el
tormento. Y por fin acontece.
Anhelo este milagro cada día. El interruptor se
acciona. No sabría definirlo con precisión. El dolor amaina. Los pensamientos
cesan. La nada se abre paso ante mí. Ha llegado. Empiezo a disfrutar del
segundo aliento. Vuelvo a creer que todo es posible. Se apodera de mí un
optimismo casi pueril. Vivo y respiro por este momento. Ahora tengo cuerpo, un
recipiente contenedor de ese vapor que unos minutos antes se diluía, esparcía y
agolpaba nubes debajo de mi cuello. Percibo todo mi contorno, por fin puedo
notar un pecho al respirar y la robustez de unos pies sobre el suelo. Ando
hacia una dirección, aunque aún no sé cuál es, pero me fío de mis ojos porque
ya no parecen tan ausentes e incluso han comenzado a sonreír. También siento
las manos y no dudo de que se vayan a aferrar a todo aquello que merezca la
pena. Por fin me puedo ver.
Me doy una ducha para notar con más intensidad el
contraste de los golpes de agua en mi nuevo cuerpo. No deja pasar nada porque
ahora es consciente de la importancia del tesoro que protege dentro. En algún
momento siente miedo de que esa misma agua también se lo lleve todo… sin
embargo, cada vez tarda más tiempo en desaparecer.
Siempre existe un segundo
aliento, aunque duela como nunca antes. Aunque parezca que hemos tocado un
fondo lleno de podredumbre. El segundo aliento existe. Es la energía que
surgiría si de pronto la necesitaras. Si tu vida dependiera de ello. Si un
feroz animal corriera trás de ti. Es una
energía que no es tuya y sin embargo te pertenece. Es un rincón de tu alma al
que no siempre tienes acceso. En él, algo muere y algo renace. Y desde ahí nos
ampliamos, porque surge una parte desconocida que nos muestra que lo podemos
conseguir. Somos más. Las preguntas imposibles que nos hacíamos, camufladas en
falso cuidado, son atravesadas y desaparecen. No nos protegían de un peligro,
sino que eran caras fantasiosas del miedo. Cuando ya no gastamos la
energía en sortear esas zancadillas podemos reaprovecharla para por fin llegar.
Con una sonrisa.
By Julio y Pilar.
By Julio y Pilar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por colaborar, cualquier comentario será bienvenido: